¿Qué sería de la
vida sin ellos?
Los niños, ¡ay! Los
niños…,
¿Qué sería del alma
sin ellos?
¿Cuánto de valor
tendría cada amanecer?
Aquellas bondades,
sinceridades risueñas,
qué jamás alcanzará
ningún adulto humano al atardecer,
ávido de escarnio
ajeno y propias imprudencias.
Solo una mirada
basta para aprender,
que lo que un perro
o un niño quiere mostrar
es su simple gozo de
alegría y amor dar,
sin nada a cambio
pretender.
Debería cambiar la
natura su lógica,
alargar más la
jolgoria y bondad infantil,
y al hociqueo del
can otorgar más aceite en su candil
para que tan pronto
no deban aceptar su ida.
Que son pocos los
elegidos para gozar de tan bellos y efímeros placeres,
ante esta agresiva
humanidad, que de sensibilidad no entiende,
y se olvida de
ancianos que en su día fueron cachorros, de canes e infantes,
que de felicidad
llenaron almas en armonía entente.
Mariano
García Ruiz
La Cañada
(Ávila) Agosto de 2020